“Guardiola, el verdadero puto amo es el Real Madrid”

Ni Orsato salvó al Guardiola más vulgar. A los tres minutos de partido Laporte, después de una entrada naranja de Casemiro, abofetea a Modric en medio de un corro patatero. Una expulsión de manual. El italiano, cuyo único mérito en estos tiempos es ser amigo del designador Rosetti reparte tarjetas como si fuese un funcionario de Naciones Unidas. Primer gol del City.

Dos minutos después Ederson empieza a no tener prisa. Más que no tener prisa lo que hace es demorar al máximo el juego renunciando a las señas de identidad de un equipo que, decían sus voceros, nunca especula con el resultado como acusan a los Bordalás de turno. Malos tiempos para la lírica.

A partir de ahí se suceden decenas de micropartidos. Courtois, estelar. Bernardo Silva, imperial. Walker, recio. Benzema, irreconocible. Rodri, omnipresente. Carvajal, resucitado.

Al contrario que en el Etihad no hubo goles, pero ambos equipos lo buscaron y lo merecieron.

89 minutos después la diferencia en la eliminatoria la ponía un remate a puerta. Mahrez, a la escuadra; Vinícius, al fondo sur. O lo que es lo mismo, una letra menos en el titular de la noche. La S que lo cambiaba todo. Del deseado “nos vamos a París” al decepcionante “no vamos a París“.

Pep, harto de anunciar que sería una semifinal de futbolistas, decide intervenir. Sienta a su estrella, De Bruyne, y no consigue en el último cuarto de hora cerrar el partido.

Lo que vino a continuación ya forma parte de la historia. Todavía con confeti de Cibeles dos centritos laterales desnudaron a un equipo sin trabajar en la parcela defensiva. Eso sí que fue un pasillo, pero a la final de Saint Denis donde Florentino tendrá butaca junto a Ceferin.

Destartalados, los del City apenas inquietaron en la prórroga a una defensa en la que Vallejo fue capaz de despejar de cabeza hasta en cinco ocasiones en menos tiempo de lo que se tarda en decirle a Pep que no era Mourinho, el verdadero puto amo es el Real Madrid. Un equipo que ha demostrado que rendirse no es una opción sobre todo en un partido tan atractivo que era casi ideal para apuestas.

Y nada más.